Los barrios son microcosmos dentro de un círculo urbanístico validado por el anonimato. La visión norteamericana marcada por las pandillas dista de la europea, más cercana al individuo y a la comunidad generada a su alrededor. Esta equivale a diversidad, a espacios habitados por una población inmigrante alejada de la metrópoli. Las rentas bajas conviven junto a los pluriempleos o las chapuzas a domicilio en espera que no llegue la deportación. Muchos son ilegales y, aunque algunos sobreviven a base de las ayudas sociales, los hay que prefieren asentar su legalidad con la intención de alcanzar su normalización social. Irina pertenece a esta segunda clase de personas marginadas por su procedencia y utilizadas como mano de obra que sobrevive gracias al ambiente nocturno londinense sirviendo copas. Sus ideas urbanísticas buscan una ciudad más habitable, comenzando por el bloque donde reside: un avispero de xenofobia que no tarda en estallar. De hecho, desde el comienzo se advierten movimientos hacia el odio racial, incluso sexista, que entre vecinos es más llevadero a través de un lenguaje estandarizado con el insulto como palabra universal. El extranjero que vive en estos barrios posee una personalidad doble: la que ha dejado en su país y la nueva que la sociedad obliga a arrastrar, como Vladimir, hermano de Irina e historiador con aire bohemio, laboralmente desafortunado.
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El ambiente encerrado de Pequeños milagros en Peckham Street se acerca al mundo de unos niños que The Florida Project describe en otra vecindad problemática. El papel que Willem Dafoe desempeña en la película que Sean Baker dirige es sustituido por una mujer en busca de la igualdad y solidaridad adultas. La primera aparición de Mina Mileva y Vesela Kazakova en la dirección de largometrajes es un soplo fresco de realismo que evita cualquier estereotipo de cine social alejándose, con mirada particular, de la denuncia directa que el cine de Ken Loach impone. Ellas son ellas y esta cinta, un universo particular y cotidiano con sus particularidades. Las realizadoras búlgaras buscan la incomodidad con un toque humorístico elegante apoyado por la denuncia suave y directa del sistema sociopolítico imperfecto. Dos nombres a tener en cuenta gracias a la humildad de un proyecto maduro. |